viernes, 7 de diciembre de 2012

Dice la Doctora Stella Maris Maruso en su obra "El Laboratorio del Alma": Pese a lo que desde hace décadas se presuponía, la inteligencia no se mide únicamente por el Coeficiente Intelectual. Pensamos si no en muchos de los grandes genios: Einstein, Picasso, Goethe, Nietzsche, Mozart... célebres por sus grandes aportes a la humanidad pero también por sus tempestuosas vidas familiares y sus dificultades para vincularse saludablemente. Todos ellos deben de haber tenido un Coeficiente Intelectual superlativo, que sin embargo no les alcanzó para ser personas felices. Es más, hoy está demostrado que el Coeficiente Intelectual influye en un 20 por ciento en el posible éxito de una persona. El 80 por ciento restante tiene que ver con otro tipo de inteligencia: la emocional, que abarca ideas relacionadas con el autoconocimiento, la motivación, la empatía, las habilidades sociales en general, la perseverancia, el optimismo, el control, el ánimo o, simplemente, las emociones. Se considera la inteligencia emocional como algo nuevo y revolucionario, pero lo cierto es que existe desde siempre, sólo que con otro nombre. Los sabios de antaño la llamaban sabiduría del corazón. La información corresponde a la inteligencia racional... El conocimiento no sirve si el receptor del mismo no se abre a la experiencia. Al igual que el erudito, muchas personas piensan la vida y la interpretan, pero no la viven ni la disfrutan. Y así se van de este mundo, sin haberse enterado de qué se trataba realmente la experiencia de estar vivo. ¡Cuántos de nosotros somos informados inútiles! Estudiamos, leemos, procesamos la información, la interpretamos, pero ante la menor dificultad, cuando sentimos el agua al cuello, nos hundimos irremediablemente porque no sabemos cómo llevar a la práctica todo aquello que aprendimos. Para aplicar con sabiduría los conocimientos adquiridos necesitamos de la inteligencia emocional. En ella está la llave para poder estar bien con nosotros mismos y, así, estar bien con los demás, porque según como esté conmigo voy a interactuar con los demás. ...las emociones son las moléculas que rigen toda la fisiología... Lo magnífico y sorprendente es que estas moléculas de las emociones afectan a todas las células del cuerpo. Así pues, existe una especie de sistema de comunicación a través del cual todo el cuerpo responde a una emoción concreta. Mientras que antes creíamos que las emociones sólo nos afectaban psicológicamente, ahora resulta que nos afectan físicamente. "Las emociones son un principio organizativo de cuerpo y mente. No son sólo una vibración que emitimos, son un factor que nos organiza el punto de vista evolutivo" afirma la doctora Candace Pert. Todas las emociones son buenas si son honestas y se expresan saludablemente. El gran problema es que pensamos tanto que las confundimos. Por ejemplo, creemos llorar de tristeza y en verdad lloramos de rabia, no estamos tristes, sino enfadados. También decimos "tengo rabia" cuando en realidad se trata de miedo. Todo esto acarrea severas consecuencias en la salud. Si confundes una emoción, no puedes expresarla saludablemente y queda prisionera en tu interior. Si reprimes una emoción, también reprimes tus funciones orgánicas, lo que a la larga produce enfermedades o malestar, ya que se trata de una parte intrínseca del funcionamiento integral del cuerpo. Actual mente los neurocientíficos sostienen que si un cuerpo se excede en la generación de químicos que exacerban el sistema simpático (bioquímicos de la tensión), se pierde la capacidad de discernir y discriminar, es decir, el potencial de la mente analítica y racional para elegir con inteligencia. Entonces la mente se vuelve caótica, y esto es dramático porque en vez de ser parte de la solución del problema nos convertimos en el problema. El pensamiento es sin duda maravilloso: ante un problema, pienso, razono y puedo arribar a una solución. Pero cuando la mente caótica actúa, en vez de pensar "soy pensada", encima del pensamiento genero un estado emocional y sobre esa emoción viene otro pensamiento, y así continúo generando una cascada de emociones bioquímicas que confunden nuestros mecanismos internos de adaptación, nos debilitan, nos enferman y, por tanto, nos impiden experimentar la plenitud. Extractos tomados de la Obra "El Laboratorio del Alma". Stella Maris Maruso

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